“El tiempo del papel se cuenta en años, en muy pocos años. No creo que sobreviva más de una década”, aseguraba Antonio Caño, director de El País, en una entrevista con la revista Jot Down. Ejecutivos de esa casa sitúan ese umbral, en conversaciones privadas, claramente por debajo de los cinco. Otros grupos editoriales se plantean ya no enviar el diario a determinadas regiones, como una forma de ahorrar costes y probar si la fórmula puede ser incluso rentable por la vía digital. El botón de la cuenta atrás ya se ha apretado, con un nivel de incertidumbre brutal sobre la/s fórmula/s ganadora/s. Y el inmovilismo, válido hasta ahora con la coartada añadida de la crisis, no servirá ya para garantizar sueldos y planes de pensiones millonarios. Toca tirar del talento para salvar los muebles. Del que quede.
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La prensa tradicional se muere: admite que toca hueso en el ajuste pero no gana dinero - Noticias de Comunicación
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