Radiografía del odio: cómo combatirlo
¿Qué es el odio? ¿Acaso tiene cura?
La situación política que vivimos en Cataluña desde hace años está dejando muchas secuelas de odio. En las redes sociales ese odio se manifiesta con virulencia y hasta con nombres y apellidos. A muchos catalanes nos preocupan más esas secuelas que la propia evolución de la situación política, aunque ambas estén relacionadas. ¿Qué es el odio? ¿Acaso tiene cura?
La gente retrata el odio apelando a emociones negativas e intensas como el desprecio, la rabia o el asco, causados por la creencia o el juicio de que el otro, el odiado, es un ser malvado y detestable. Es como un estado de excitación, de fijación en el odiado y de deseos de venganza. Puede dirigirse contra individuos, como Donald Trump, contra el líder de la oposición, contra un compañero de trabajo o contra el vecino de enfrente; también contra los negros o los judíos; contra el machismo, contra la homosexualidad o el travestismo; contra perversiones mentales, como la pederastia; contra ideologías o religiones, como el comunismo, o el cristianismo; e incluso contra inocentes objetos, como el viejo ordenador que se cuelga con frecuencia o la cisterna del baño que pierde agua.
Muchos odios son individuales, como el odio a la expareja, pero otros son compartidos por mucha gente. El odio a los judíos ha sido y es compartido en la historia por nazis y palestinos. A los pederastas los odiamos todos. La hostilidad hacia un grupo diferente incrementa la solidaridad y cohesión en el propio grupo. Muchos odios son mutuos. Judíos y palestinos, serbios y croatas o hutus y tutsis, se han odiado mutuamente. El odio mutuo también se manifiesta con frecuencia entre grupos y líderes políticos, compañeros de trabajo o vecinos de escalera. Se odia muchas veces a quienes se considera fuera de la justicia y moralmente excluidos, negándoles derechos sociales y buen trato. Así ocurrió históricamente con los esclavos negros y también en nuestros días y nuestro país con los mal llamados moros o con los gitanos. Los perpetradores devalúan a las víctimas más y más y al final dejan de tratarlas como personas. Todavía más grave es que una vez creada la devaluación puede ser transmitida por la cultura de padres a hijos, de educadores a educados y de generación en generación. Y no es menos cierto que la deshumanización ha sido precedida muchas veces por la injusticia, como cuando se prohibió la educación a los negros y después se les devaluó por su ignorancia. El neologismo "aporofóbia" lo ha creado la filósofa Adela Cortina para referirse a la tendencia que tenemos a devaluar particularmente a los pobres, deshumanizándolos. - Ver mas... Radiografía del odio: cómo combatirlo | Ciencia | EL PAÍS
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